Carta abierta a Cigotín

11:52 a.m. 2 Comments

Esta semana supe que venías y fue maravilloso. Te imaginé como un puntito diminuto de latidos imperceptibles acunado en una guatita, creciendo lentamente, a paso firme, y simbolizando un amor tan grande que nace desde tu pequeñez, y a través de la sonrisa orgullosa de tu madre nos llena de ilusiones a todos los que te hemos estado esperando desde hace tanto, tanto tiempo que ni te lo imaginas.

¿Sabías que eres el primero para tanta gente? Primer hijo, primer nieto y el primer sobrino (por si fuera poco, cuando seas grande, serás el primer amor de alguien...). Y para nosotros, los amigos de tus padres, eres el primero que llega a este grupo. Si pudieras hacerte una idea de la suerte que tienes: tu destino es ser especial. Analiza el simple hecho de tener un papá como Seba y una mamá como la Maillard. Si sé, tu mamá tiene una teja corrida, pero lo bueno es que ese espacio te permite ver mejor el tremendo corazón que tiene adentro, y por el cual la queremos tanto.

Y tus tíos? Tremendos! No estoy hablando de las bestias de hermanos que tiene tu madre, me refiero a nosotros: tu tía Ale, el tío Pipe, la tía Saenz y yo. Imagina: cuando quieras hacer deportes a cualquier hora, el tío Pipe es ideal. Si necesitas un consejo objetivo o simplemente alguien que te escuche, invita a la tía Ale a comer algo rico por ahí (o si tienes ganas de presentarte a un concurso de belleza, ella te puede enseñar a hacer el saludo estelar). Si quieres aprender lo último en tecnología o necesitas un favor como que alguien te lleve a la luna en auto y te traiga de vuelta, tendrás a tu disposición la eterna voluntad de tu tía Saenz. Y si lo que quieres es hablar tonteras y reirte un rato, marcas mi celular. Aclaremos algo al tiro: a mi dime Paola, Pao, watona, huasa, pero "tía" JAMAS, ¿Queda claro?. Si lo que quieres es hacer alguna clase de locura a escondidas de tus padres, llámanos a todos y aperramos contigo hasta el final.
Y si finalmente lo que quieres es sentirte amado, bastará con que nazcas, pues como te decía, estaremos para quererte cada día de tu vida a partir de ahora mismo, cuando aún no has nacido.

Un beso, cuídate y no le des muchos problemas a tu mami.

Te espero,
Paola.

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Moraleja

12:55 p.m. 0 Comments

Mi mamá tenía 18. Mi papá 20. Un día él la miró a los ojos. Ella también. Él le tomó la mano y ella sonrió.
Se dieron un beso, luego otro y así muchos más. Se hicieron cariños hasta que se agotaron. El verano recién comenzaba y el calor era enorme, más enorme aún con tantos cariños.
Nueve meses después, nací yo.
Moraleja: si no tienes condones, no le pases la mano a nadie!

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Virgen de los Cochayuyos

1:02 a.m. 11 Comments

...dame paciencia.
Es que no puedo tener tanta mala suerte.
Para aquellos que lean este artículo y no tengan mucha idea de mi vida, pasaré a explicar brevemente el contexto en que estoy envuelta, a ver si me entienden.

Resulta que hace poco menos de 2 años tomé la exótica decisión de regresar a Osorno, la podrida ciudad donde me crié, a vivir nuevamente con mi familia, después de 10 años de haber vivido en Santiago donde me fui a estudiar y luego a trabajar. Así fue que un día amanecí con la imperiosa necesidad de escapar del smog y permutarlo por verdes bosques y ríos de aguas cristalinas, y prácticamente de un día para otro renuncié a mi trabajo, embalé mis pilchas, mis electrodomésticos, mi colección de cd's, los monté en un camión y volví al seno familiar, con la dulce esperanza de iniciar acá en el hermoso sur algún negocio relacionado con mi profesión y vivir entre vacas lecheras y ulmos en flor. Lo que es ser soñadora, por la cresta. Mi familia me recibió feliz, con los brazos abiertos y lo que en un principio fue miel sobre hojuelas a poco andar se transformó en el palacio de la caca: mis mañas acumuladas a lo largo de 10 años de independencia y los desajustes de una familia que iniciaba una pesada crisis de disfuncionalidad simplemente hicieron combustión y la cosa explotó.

Básicamente, mi grupo familiar lo conforma un padre que está en la casa, pero que tiene menos presencia que un gomero; una madre omnipotente que malcría a niveles surrealistas a un hijo de 21 años con pulmones vírgenes, bolas llenitas de amor y mentalidad de adolescente, amante acérrimo del heavy metal que por enésima vez no consigue cursar el último año de colegio. Debe ser que le gusta mucho, digo yo.

Pues bien, el constante flujo de errores garrafales por parte de mi madre hacia mi hermano (consentirlo en todo y responsabilizarlo por nada) y los continuos abusos por parte de este zángano, me llevaron a un estado de amargura que jamás imaginé podría llegar a sentir. Lo más doloroso de todo fue ver cómo mi relación con mi madre se hacía añicos y nos convertimos en dos especies de enemigas viviendo bajo el mismo techo. Las peleas, discusiones y ofensas pasaron a ser tan habituales como el pan al desayuno. Pero de todo se aprende, como dije en mi post anterior y hoy, aunque ya no nos enfrascamos en tóxicos intercambios de palabras, seguimos distanciadas y mi arma es el silencio. O más bien es un escudo. No es lo ideal, pero desgasta menos, lo aseguro. Mi hermano puede tener la casa pasada a marihuana sin importarle que el resto se entere, si mi madre opta por desentenderse, allá ella. Hace rato que no estoy para hacer entrar en razón a nadie, menos cuando lleva meses demostrándome que está enfermo de la cabeza. No me interesa aconsejar ni corregir a quien no valore ni pida mi opinión, carajo.

En su obsesión por encontrar la manera de saber "llevar" la vida de excesos de mi hermano, mi madre ha recurrido a todo: desde sicólogo, sicóloga, siquiatra, terapia familiar (en la que los sicólogos jamás me incluyen, obviamente) hasta el área de lo esotérico que incluye una monje brasileña que hace trabajos a distancia. Nada le ha funcionado. Esta señora no quiere entender que no existe remedio, supositorio, santo, animita, machitún ni pulserita de chorrocientos poderes que le solucione su problema, pues el primer paso en el enderezamiento del engendro que parió lo tiene que dar ella poniéndole los límites que jamás en su vida ha sido capaz de exigir.

Cuando yo ya pensaba que había encontrado por fin la manera de no seguir pasándolo mal con la cagada que estaba quedando a mi alrededor, esto es ignorarlos por completo y dejarlos que se pudran en su propia ineficiencia, resulta que ahora a mi madre le dio por algo que no me esperaba: se hizo evangélica.

Imagínenme a mi, que me decepcioné de la religión a los 14 años y desde entonces dejé de creer en nada más que no fuera la capacidad de cada ser humano de convertirse en mejor persona, o sea, humanista de tomo y lomo, de pronto me veo conviviendo con una mujer, mi madre para mayor desgracia, que anda adorando y alabando al Señor todo el día. Esto es el colmo. En medio de su búsqueda, hace un tiempo encontró grata acogida en un singular grupo de gente canuta con facha de Opus Dei. No andan por la calle cantando con guitarras y mandolinas ni tienen misas multitudinarias con traje formal (una lástima, pues si tuvieran esos coros gospel como los gringos, yo iría todos los domingos a disfrutar de esas tocatas), pero se juntan varias veces a la semana en sus casas y conversan y se brindan apoyo en sus problemas, lo que francamente me parece estupendo, más allá de que no esté de acuerdo con sus creencias, pues le respeto a mi madre su derecho a encontrar un camino que la alivie. Por eso jamás osaría a emitir una crítica por su nueva obsesión.

Sin embargo, a medida que han ido pasando las semanas, a mi ya se me está parando la pluma porque tengo que aguantar que en cada ocasión que se le presenta, mi mamá me trata de tocar su tema, igual que esos Testigos de Jehová (a quienes yo de niña burlescamente llamo Testículos de Jehová) que el día domingo te tocan el timbre y te tratan de enchufar su revistita "Despertad!" e insisten en hablar del fin del mundo que se acerca y una en un principio intenta fingir la mayor amabilidad posible en unos cuantos "No, muchas gracias", pero parece que te ponen la pata en la puerta para impedir cerrarla, hasta que ya finalmente no queda otra que largarles un honesto y catártico: "Por qué chucha no se van a huevear a otro lado???". Ya han sido varias las oportunidades en que me ha dado el discurso de que el camino de la fe es el único posible para hallar la felicidad y que la Biblia es tan sabia, bla bla bla. Las ganas de convencerme se le apaciguaron el día en que le dije que jamás profesaría una religión que ve el cuerpo como centro del pecado, que practica la intolerancia, prejuzga, condena y por tanto discrimina a personas que son iguales a todos y que preferiría mil veces un viernes en la noche salir a tomarme un pisco sour con mis amigas lesbianas y amigos maricones que quedarme en la casa acostada leyendo esos versículos satánicos. Después le da con que el día que yo sea madre entenderé la importancia de tener fe y de los valores que le querré inculcar a mis hijos.... ayyy si no se cansa.

Pero eso no es todo. Noooo... además tengo que toparme con sus mensajes bíblicos que ha empezado a colgar en lugares COMUNITARIOS de la casa, como es la cocina, mi segundo lugar predilecto después de mi pieza. Me siento invadida. Y ya para terminar de cagarla, escucha una radio canuta todo el santo día, y ahora hace un rato los de su grupo le regalaron un cassette que pone de lado a lado y lo canta voz en cuello como adolescente enamorada. Es como la Yuri, pero versión chilena.

No, si acá están todos locos. Yo encuentro que se les pasa la mano. O sea, cómo no voy a estar chata si mientras mi hermano decora su pieza con posters rockeros con letras, símbolos y mensajes satánicos y me bombardea todo el día con su heavy metal a todo volumen (su pieza está junto a la mía), mi mamá tapiza la casa con extractos de la Biblia y sintoniza una radio de alabanza continua las 24 horas del día, 7 días a la semana?????? Puta si esta casa nadie la entiende.

Por eso, en mi desesperación de atea vilipendiada le pido a la Virgen de los Cochayuyos que se apiade de mi alma y me dé paciencia. Dame paciencia de santa porque la estoy necesitando, virgencita de los milagros.

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Saludos,
P.

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