Qué cagada, no?

2:37 a.m. 4 Comments

Durante los dieciséis primeros años de mi existencia, nunca pude entender la costumbre de mi padre de entrar al baño con su fiel lectura bajo el brazo. No concebía astucia alguna tras ese inexplicable hábito de centrarse en leer cuando se está cagando. ¿Cómo podía ser posible? En el baño, las energías y atención deben estar puestas en el trámite ése, tan personal, tan íntimo y que nadie más puede hacer por uno. ¿Entonces, para qué interrumpirlo o pasarlo a segundo plano con un texto cualquiera, cuando es el motivo mismo por el cual uno se encierra y se sienta con el culo al aire? Además, seguramente la lectura sería interesante y no me explicaba que alguien quisiera leer rodeado de olor a mierda, que por muy de uno que sea, es olor a caca aquí y en la quebrá del ají.

Pero luego entendí que esto de los hábitos son manías adquiridas por culpa del entorno. Las circunstancias crean costumbres y yo no soy la excepción. Resulta que nos fuimos a vivir a una casa en la cual por primera vez en mi vida me vi enfrentada a una situación que podría ser una tontera, pero que cambió totalmente mi manera de encarar el fin del proceso digestivo: la disposición del baño estaba puesta de tal manera que frente al W.C. estaba el lavamanos y su respectivo espejo, tan grande que cubría casi toda la pared. Así, al sentarme, inapelablemente me encontraba a poca distancia con el indigno reflejo de mí misma. Entonces, frente a semejante cuadro de verme la cara mientras cagaba, tuve que empezar a echar mano a elementos externos para desviar mi atención de mi propio aspecto. Mis primeras víctimas fueron los envases de cremas que usaba mi mamá para sacarse el maquillaje e hidratarse la piel, luego fueron los shampoos y acondicionadores que siempre han sido su afición, por lo tanto material de lectura había bastante y bien variado. Pero de pronto eso dejó de ser suficiente y sin darme cuenta mis idas al baño comenzaron a ser precedidas de una rápida búsqueda de diarios y revistas. Al final me acostumbré tanto a leer en dichas circunstancias tan privadas, que agregué una fantástica afición a mi lista de hobbies: ir al baño de la casa de mi abuelo, donde además de disfrutar de un enorme espacio para mi sola, me devoraba las ediciones mensuales de las "Selecciones del Reader's Digest" (qué nombre tan adecuado!), revista demasiado entretenida a la cual el viejo estaba suscrito y que para mi era el mejor de los panoramas.

Así la vida le enseña a una a tragarse sus propias palabras y sobretodo a disfrutar de pequeños placeres. Me cago el día que no encuentre algo pa leer.

Saludos,
P.

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Mi amor bipolar

9:50 p.m. 1 Comments

Ay Luismito!! Cómo me produces tantos sentimientos encontrados! En un solo día me llevas del ataque de celos más adolescente a la sorpresa más hormonal. Leyendo hoy la prensa, me topé con las fotos de tu novia, esa tal Aracely Me-importa-un-carajo-su-apellido, posando para la portada de la revista Hola con toda su panza de preñada bien grande, bien asomada y bien feliz la weona. Ya sabía que ibas a ser padre (nuevamente), pero es que yo no necesito que se me anden apareciendo por la vida las fotos de ésa con la barriga ahí colgando y haciendo alarde de que debajo de ese mantel de cuero está creciendo fuerte y robusto tu hijo. Y yo con mi mejor cara de emputecida me mata la envidia y no puedo más que mirarla de arriba a abajo. Me come el hoyo, para qué te voy a mentir. ¿Qué tiene esa yegüa que no tenga yo? ¿O la Coté? ¿O cualquiera de las millones de weonas babosas que te adoramos como a un dios griego, más aún después de enterarnos que tienes un poder amatorio de 27 centímetros de largo? Sí pues! La tienes larga charro querido y todas soñábamos con probar un pedacito de tu generoso festín del amor. Pero ésa ahora lo tiene sólo para ella.

Y bueno, cuando estoy en pleno proceso de digestión de mi envidia extrema, me meto a vitrinear en otras páginas a ver si logro sacar las imágenes de esa cuevuda de mi cabeza y me encuentro con la sorpresa que me tenías guardada, my love: ¡vas a publicar tu primer disco de canciones de Navidad! Claro, lo primero que cualquiera pensaría es en esos malditos villancicos. Pero nooo, lo que yo instantáneamente pienso es en jazz. Parece idiota, pero sueño con escucharte cantar jazz, papi, te lo he tratado de decir de tantas maneras. Casi me cagué cuando te escuché a dúo con a Sinatra. Y ahora parece que de tanto desearlo, te mandé mi sueño por telepatía y esta vez se va a hacer realidad. Por ahora sólo están disponibles los dos primeros temas del disco y obvio que los bajé mi washurri y qué te digo... al primer "play" empezaron a sonar esos bronces, esa orquesta a lo Sinatra y ya te puedo decir que casi se me olvidó que esa otra anda por la vida cargando un heredero tuyo y que se come solita el helado de 27 centímetros. Y aunque el otro tema es más balada, me quedaré fielmente esperando al 14 de noviembre para escuchar el resto, a ver si me sigues dando esta clase de sorpresitas.

Por mi que la otra se llene de estrías, mientras yo me llene de grasa y se me agrande el culo sentada escuchando tu bella vocecita.

Para los que quieran descargar los dos temas disponibles, pueden hacer click aqui.

Un beso,
P.

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Pa dónde va la micro III

3:01 p.m. 5 Comments

Tercer artículo. Si no has leido los dos anteriores, sugiero comenzar por el primero.

Los usos del fundamentalismo

Nación Domingo
Por Noam Chomsky

GILBERT ACHCAR: Cuando el nacionalismo árabe, el nasserismo y tendencias similares comenzaron a derrumbarse en la década del 70, la mayoría de los gobiernos usaron el fundamentalismo islámico como una herramienta para contrarrestar los vestigios de la izquierda o del nacionalismo secular.

Un ejemplo ilustrativo del fenómeno es el Presidente egipcio Anwar al-Sadat. Él alentó el fundamentalismo islámico para enfrentar a remanentes del nasserismo después de asumir el poder en 1970 y terminó asesinado por los fundamentalistas islámicos en 1981.

En el Medio Oriente de la actualidad, el mismo genio ha salido de la botella y está fuera de control. La represión de las ideologías progresistas o seculares, agravada por el colapso de la URSS, dejó el camino abierto para el único canal disponible de las protestas antioccidentales: el fundamentalismo islámico.

NOAM CHOMSKY: Sin esbozar una analogía demasiado cercana, creo que hay algo similar en EEUU. Sin embargo, habría que agregar que la dinámica podría ser universal. Cristiano o judío o islámico o hindú, el impulso religioso fundamentalista puede prestarse a ser usado en agendas políticas.

En EEUU, lo que llamamos fundamentalismo tiene raíces muy profundas, desde los primeros colonos. Siempre ha habido un elemento extremista, ultrarreligioso, más o menos fundamentalista, con varias resurrecciones.

En los últimos 25 años, el fundamentalismo se ha vuelto por primera vez una fuerza política de envergadura. Creo que es un esfuerzo consciente para tratar de socavar a las políticas sociales progresistas. No son las políticas extremistas, sino más bien las políticas blandas de la socialdemocracia del período precedente, las que están siendo seriamente atacadas.

Por primera vez los fundamentalistas fueron movilizados como una fuerza política para proveer una base a esta reacción y en la medida que el sistema político funcione, lo cual no es mucho para cambiar el foco de interés de muchos votantes de temas que realmente afectan sus intereses (la salud, la educación, los asuntos económicos, los salarios) hacia cruzadas religiosas para bloquear la enseñanza de la evolución, los derechos de los gays y el derecho al aborto.

Todos estos temas, a los directores de empresas, por ejemplo, no les inquietan demasiado. Ellos se preocupan de otros asuntos. Y si usted puede cambiar el foco del debate, de la atención y de la política presidencial a cuestiones marginales para los ricos, como, digamos, los derechos de los gays, esto es magnífico para la gente que quiere destruir los sindicatos o construir un sistema sociopolítico para beneficio de los ultrarricos, mientras los demás apenas sobreviven.

Esta movilización fundamentalista ha sucedido durante un período único en la historia de la economía de EEUU. Durante un cuarto de siglo, los salarios reales se han estancado o declinado para la mayoría. El ingreso real medio de las familias crece mucho más lento que la productividad y la economía, y para algunos sectores declina.

Las horas de trabajo aumentan, los beneficios sociales disminuyen y el endeudamiento creció enormemente. Estas son crisis sociales y económicas reales, y una manera en que los poderosos las manejan es a través de la movilización de los sectores fundamentalistas, transformándolos en una fuerza política activa.

Así, el discurso y el foco vira hacia temas que a los fundamentalistas les preocupan mucho, pero que son una preocupación marginal para la gente propietaria de la sociedad.

De hecho, los directores de empresas son lo que se llama liberales. No son muy diferentes a los profesores de la universidad. Y si la población se obsesiona con la “teoría de la evolución” y los derechos de los gays, está bien en la medida que el mundo de los negocios maneje las políticas sociales y económicas con poca interferencia.

Después de la última elección, la prensa financiera describió la “euforia” en las corporaciones, y no fue porque estaban en contra del matrimonio gay. Algunos lo estaban, otros no. No, lo que ellos sabían es que era cuestión libre para los negocios.

Y si usted puede arreglar eso, allí hay un logro, es un modo de mantener bajo control a la población, además de inducir el miedo, una herramienta estándar.

Creo que el real cambio apareció con la administración de Jimmy Carter. Antes, nadie realmente se preocupaba mucho sobre si el Presidente era religioso. Pero Carter, que probablemente era sincero, les enseñó a los gerentes del partido que un rostro piadoso tiene aceptación en un gran bloque de votantes. Desde Carter, cada candidato presidencial ha pretendido contar con una experiencia religiosa.

Sea como fuere, llegó a ser posible movilizar los sentimientos religiosos, que siempre habían estado allí, y convertirlos en una fuerza política importante, en el foco del discurso político, desplazando los temas sociales y económicos.

Fíjese lo que ocurre ahora. Para la mayoría de la población, los temas más importantes son cosas como los exorbitantes costos de la atención a la salud. Pero ningún partido quiere lidiar con eso; ellos están en el bolsillo de las empresas de seguros y de las instituciones financieras. De modo que en su lugar sostienen batallas sobre la teoría de la evolución y del diseño inteligente, y todos discuten sobre eso. Mientras tanto, los ricos se salen con la suya y controlan el país.

SHALOM: Tal vez debemos clarificar los términos. Hay musulmanes muy tradicionales y religiosos que dicen que el “fundamentalismo” es una actitud respecto a la religión y no implica que usted quiera imponerla a otro. Según este punto de vista, no se debería usar “fundamentalismo” como un término político derogatorio.

CHOMSKY: Creo que los musulmanes religiosos harán esa distinción. Del mismo modo que cuando algunos judíos fundamentalistas intentaron destruir una mezquita con explosivos, los judíos religiosos expresaron que estaban en contra y se disociaron de ellos. Eso tiene sentido, aquí estamos hablando sobre el uso del fundamentalismo como un fenómeno general, a través de las culturas. La correlación entre los programas sociales y económicos que le causan dificultades a la mayoría de la población, y el ascenso del fundamentalismo en el centro del debate político está demasiado cercano como para no tenerlo en cuenta.

(The New York Times Syndicate)

(Este artículo es un fragmento del nuevo libro “Perilous power: The middle east and U.S. foreign policy”, un diálogo entre Noam Chomsky y Gilbert Achcar publicado por Paradigm Publishers, septiembre de 2006).

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En fin, estos tres artículos parecieran tocar temas tan diferentes como el costo de la globalización, las ciclovías y el fundamentalismo. Pero finalmente todos apuntan a tratar de hacernos entender que todas las aristan están intervenidas de manera que los más grandes sigan ganando y manipulando y el resto nos vayamos al soberano carajo, incluyendo el futuro incierto del planeta. Por eso me pregunto para dónde irá esta micro. Yo creo que a este ritmo, no va a llegar a ninguna parte. Sencillamente va a terminar cayendo por un enorme barranco, salvo que se pongan de acuerdo de una vez por todas y decidan llevarla por el buen camino, cosa que dudo.

Saludos,
P.

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Pa dónde va la micro II

2:55 p.m. 0 Comments

Vamos con el segundo artículo. El primero está acá.


Cuidado peatones: el auto es el rey

Nación Domingo
Raúl Sohr

El Ministerio de Obras Públicas (MOP) cerró el acceso a la única área exclusivamente peatonal de Santiago, con la excepción de algunas calles en la comuna de La Reina. Se trata de la entrada por La Pirámide al Parque Metropolitano, más conocido como cerro San Cristóbal. Con motivo de la construcción de unos túneles el MOP clausuró, sin decir agua va, todo acceso para las miles de personas que cada sábado y domingo, por la mañana hasta las 14 horas, convergían en La Pirámide para caminar libres de automóviles hasta la plaza Antilén.

Cómo entender a una autoridad que cierra parte de la Alameda para celebrar el Día Mundial Sin Automóvil, en un esfuerzo por promover las bicicletas para las cuales se construyen, en buena hora, nuevas ciclovías. Incluso, la Presidenta tuvo el gesto de prescindir del auto presidencial y viajar en transporte público. Por ello sorprende que en el tan promovido, y con toda justicia, Parque Metropolitano se cancele la entrada exclusiva para quienes dejan atrás, por una mañana de fin de semana, los vehículos motorizados. Porque, como pude constatarlo, nunca faltan los automovilistas que con un poco de asfalto bajo las ruedas creen que los peatones son un estorbo. Son pocos, cierto, pero suficientes para causar alarma a los padres de menores y a los abundantes paseadores de mascotas. Bocinas en ristre ahuyentan a quienes osan ocupar “sus” calles. En el cerro no hay veredas. Dicho sea de paso, en el mismo sector el MOP tampoco consideró necesario construir aceras para los peatones que deseen circular por la avenida Santa María entre los puentes Manuel Montt y La Concepción.

Es excelente promover las ciclovías, pero mejor aún es asegurar que los peatones no serán desplazados de las calles en beneficio de los automóviles. Es de interés público bajar el número de vehículos motorizados que circulan cada día. Ello reduce el atochamiento y mejora la calidad del aire. Cada peatón es un ciudadano que se desplaza sin quemar derivados del petróleo y exhalar gases contaminantes. Motivos más que suficientes para que el MOP los ponga como primera prioridad, antes que el confort de los automovilistas o las conveniencias de las empresas constructoras.

Ah, dirán algunos, por qué no construir más carreteras urbanas y problema resuelto. Acabo de visitar Beijing, donde los amigos de ampliar las avenidas estarían fascinados. El Gobierno chino ha transformado la ciudad dotándola del más moderno circuito de súper carreteras que cuentan con hasta seis pistas por lado. Pude comparar el cambio, pues estuve allí, en 1992, invitado por el entonces Presidente Patricio Aylwin. Lo primero que llamaba la atención eran los ríos de ciclistas que circulaban en todas las direcciones. Decenas de miles de ellos en perfecto orden. Jamás vi chocar o caerse a alguno. Esto de que los chinos tienen paciencia es verdad. Lo comprobé ahora. Las bicicletas se han hecho escasas y circulan por estrechas ciclovías, dejando el paso a una ola de vehículos motorizados. ¿Qué pasó? La magia del mercado transformó la ciudad. Como ocurre con toda economía en crecimiento, y en el caso chino hablamos de un desarrollo galopante con un incremento del Producto Interno Bruto del 10% anual durante las últimas dos décadas, se produjeron cambios telúricos. Tal cual, cambió el valor del suelo, y las propiedades del centro de Beijing se cuentan entre las más caras del mundo. Claro, los antiguos residentes no podían pagar ni una diminuta fracción de lo que ofertaban las empresas constructoras. De manera que los viejos pequineses, por usar el antiguo gentilicio, fueron desplazados hacia la periferia.

Beijing es hoy una ciudad que tiene tantos habitantes como Chile. Pese a la formidable infraestructura vial, desplazarse por ella es un calvario. No en el sentido santiaguino del mal humor y los bocinazos. Los chinos, como dije, son pacientes y respetan las normas del tráfico. El problema es la lentitud y las distancias. La capital china ya ha construido su sexto anillo periférico al estilo de Américo Vespucio, que rodea la ciudad a más de 30 kilómetros del centro. Estas distancias acabaron con los ciclistas, pues exceden a lo que un par de piernas pueden rendir todos los días de ida y vuelta al trabajo. Tan grave es el problema del desplazamiento económico, por el precio de las propiedades, que muchos trabajadores de servicios, como personal hospitalario, de transporte y otros, viven a horas de sus empleos. En Beijing, sólo se mantienen residencias fiscales para los profesores. En todo caso, este no es únicamente un problema chino. En Londres ocurre lo mismo y ahora se construyen viviendas subsidiadas para trabajadores que laboran en el centro de la ciudad. Es claro que en la planificación de las ciudades está en juego el modelo y la calidad de vida los ciudadanos.

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Pa dónde va la micro I

2:24 p.m. 2 Comments

En honor a la muchachita 'e la peineta, todos los domingos -o casi todos-, acomodo mi indigno trasero frente al pc y procedo a leer La Nación Domingo. Siempre parto con la columna de Pedro Lemebel "Ojo de loca no se equivoca" y sigo con la de Rafael Cavada. De ahí continúo con el resto de los columnistas y luego termino con algunos articulos, siempre que no sean relacionados con política.

La semana pasada el pasquín éste me aburrió rapidito. Salvo Lemebel y Cavada, no hubo nada más que me llamara la atención. Para mi gusto, estuvo bien fomeque. Pero esta semana como que se reivindicó y los columnistas se las mandaron con un par de cosas que me confirmaron un poco mi teoría barata y pajera de que el chancho en el mundo está demasiado mal pelado. A veces creo que mis ganas de instalarme definitivamente en el sur, más que deberse a una cosa romántica, hippie y mamona de despreciar la gran ciudad y vivir cerca de la naturaleza y de mis padres, responde a algún impulso primitivo de escapar de la tremenda cagada que tenemos en estos tiempos que nos tocó vivir, tan encima de nuestros ojos que no somos capaces de verla y asumirla. Y cambiarla. Debe ser que siento que viviendo cerca de un bosque nativo, alerces milenarios, algún río que me cante al oido todas las noches y pajaritos que me despierten por las mañanas es la única manera de sentirme a salvo de tanta caca.

Pues bien, mi visión de un mundo cagado hasta más arriba de la frente no estaba tan errada cuando hace dos años y medio me vine al sur. Y es que todo este presentimiento que un día me sacudió y me hizo sentir el terror de verme parte de una maquinaria gigantesca y dañina que sin asco nos chupa la salud, tenía un fundamento, para mi sorpresa. Por un momento creí que estaba exagerando, que me estaba poniendo medio paranoica y que me estaba convirtiendo en una especie de Paola izquierdosa que despotrica contra los "grandes poderes" y un modelo económico que hace a los ricos más ricos y a los pobres más pobres, y que a mi personalmente me iba a secar los pulmones para que mi jefe pudiera darse el lujo de viajar en avión a Pucón un fin de semana cualquiera para practicar pesca con mosca.

La Nación Domingo esta semana me tocó la fibra y confirmó esas sospechas de que algo anda mal. Estúpidamente mal. Por eso quiero compartir con ustedes algunos artículos que coinciden bastante con lo que vengo pensando hace rato y que me tiene con ganas de irme a vivir a una cueva perdida en la montaña y que no me jodan más porque esta cuestión un día va a reventar y yo no quiero enterarme.

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El costo real de la globalización

Nación Domingo
Por Heather Mallick

El dinero es todo lo que importa, nos dicen los neoconservadores, y la globalización está totalmente vinculada con la economía. Esto no tiene sentido. Uno de los aspectos más horrendos de la globalización ha sido hasta ahora apenas analizado: el daño que causa a nuestra salud, a nuestras cosechas y selvas, a nuestros océanos y lagos.

Cuando escucho a los pájaros fuera de mi ventana, muy lejos del encuadre temporal de migraciones previas, me pregunto de qué están escapando.

Al menos, ellos pueden escaparse. Nosotros no podemos.

Estoy en deuda con el brillante periodista canadiense Andrew Nikiforuk, cuyo nuevo libro, “Pandemonium: Bird flu, mad cow disease and other biological plagues of the XXI Century”, desnuda otro aspecto oscuro de la globalización. Su libro aterrorizará a cualquiera que lo lea. Trata sobre el futuro y sobre el modo en que nosotros hemos canjeado de manera permanente nuestra salud y la del planeta por una breve juerga de falsa prosperidad.

Este es el mensaje. El planeta se está calentando, creando un acogedor hogar para nuevos virus, pestes y bacterias. La globalización se está asegurando que cualquier enfermedad pueda difundirse en todo el mundo. Ya no hay más algo considerado como una cosa “local”.

Digamos que usted busca una camisa fabricada en China. Gracias a la globalización, la camisa le cuesta una miseria. ¿Pero cuál es el costo invisible de la exportación de esa camisa?

La camisa habrá viajado en un buque de carga, el medio más barato de transporte en existencia. Los buques movilizan el 80% de lo que los humanos comen y compran, escribe Nikiforuk. Pero 45 mil buques de carga también traen otras cosas. Son portadores de agua contaminada recogida de las cloacas de las casas arrojada en el océano o en los lagos de sus puertos de destino.

Es un método rápido, simple, de exportar cólera, la infección más temida en el mundo, junto con otra cantidad de elementos patógenos que destruyen el agua en las playas. Traen nuevos hongos, insectos, pescados, plantas, todos ellos portadores de una carga de bacterias, virus y parásitos.

Destruyen los hábitats locales y, por consiguiente, las industrias (de langostas, cangrejos y langostinos).

Ya es bastante difícil manejarse con la contaminación del agua local. Los buques de carga la transforman en una pesadilla.

He aquí un ejemplo. En 1991, un carguero chino arrojó agua de lastre cerca de la costa de Perú. Contenía cólera que hizo estragos en Lima y se difundió a otros siete países. Países pobres tuvieron que perder miles de millones de dólares debido a la caída del turismo, del comercio y de los viajes.

Los buques de carga llevan contenedores (hay en uso tantos como para construir una pared de 2,5 metros de altura que puede dar dos vueltas alrededor del Ecuador, informa Nikiforuk) que incluyen cientos de insectos en embalaje de madera. EEUU envía sin saberlo a China abejas “red turpentine”, que devoran seis millones de árboles al año. China envía de manera accidental a EEUU otros insectos, los llamados “emerald ash borers”.

Los aviones, trenes y autos también transportan especies invasoras. Basta observar la abeja pino de montaña. Está destruyendo el bosque boreal de Canadá, uno de los últimos bosques prístinos del mundo. El Gobierno derechista de Canadá, aferrado a la noción neoconservadora de que la globalización es una gran cosa, acaba de recortar el gasto en los esfuerzos para bloquear el avance de las abejas, mientras incrementa el gasto en defensa. Del mismo modo, la administración de Bush ha desmantelado los centros de control de enfermedades, el único ejército cuando aparecen nuevos virus. La catástrofe económica está llegando, y la ceguera humana la está acelerando.

La enfermedad bacteriana conocida como “lyme disease” es una de las dolencias infecciosas de más rápido crecimiento en EEUU, dicen los médicos. Es el resultado de la invasión global de garrapatas a medida que el planeta se calienta y se vuelve más amigable para estos insectos. Con el calentamiento global de la atmósfera, muchos países se convierten en sitios de camping para garrapatas. De este modo, esos insectos que portan cualquier variedad de diferentes bacterias están matando los urogallos en Escocia, a las mascotas y seres humanos en América del Norte.

Austria y Croacia están plagados de garrapatas. El lyme disease es ahora también endémico en Alemania, Hungría y Finlandia.

Algo similar está ocurriendo con el virus del Nilo occidental. Solía estar localizado en Uganda y Egipto, donde los seres humanos habían desarrollado anticuerpos. Pero durante la sequía de 1996 en Bucarest, el agua no se vaciaba en las alcantarillas. Los pájaros migratorios llegaban con el virus del Nilo occidental, que prospera en aguas estancadas. Los viajeros, sean seres humanos o aves, trajeron el virus a Norteamérica, donde infectó tanto a la gente como a los pájaros. Y ahora sí que estamos en problemas. Si llegara a mutar sería incontenible.

Hay una serie de cosas que podemos hacer para salvarnos. Pero necesitamos que alguien se haga cargo. Los gobiernos deberían estar organizando y enseñando a la población. Tenemos que cortar radicalmente la contaminación para impedir cambios del clima. Esto no está pasando. Pero también necesitamos viajar menos, permanecer alejados de los hospitales (que se han convertido para los humanos en un hotel de infecciones), lavarnos las manos, evitar los antibióticos (de tal modo que los virus no muten) y comprar productos locales.

En resumidas cuentas, escribe Nikiforuk, necesitamos entender y aceptar las consecuencias biológicas de lo que hacemos para volvernos más prósperos. Todo tiene un precio. Pero el precio es mucho más alto de lo que podemos pagar. El problema es que la mayoría de nosotros todavía lo ignoramos.

© (The New York Times Syndicate)


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Crónicas infantiles: el maldito roedó

2:18 p.m. 5 Comments

Hace dos noches desperté llorando: soñaba que mi mamá se moría y la angustia fue tanta que de un solo salto abrí los ojos, volví a la realidad y me tuve que limpiar las lágrimas.

Qué carajo. Esta señora me produce los sentimientos más encontrados. Hacía sólo un día me había agarrado con ella por teléfono y tuvimos para variar un poco agradable intercambio de palabras. Y ahí después ando soñando estupideces. Es que amo tanto a la vieja ésa, que sólo imaginar mi vida sin ella me mueve el piso y se me apretuja el pecho, pese a todos sus defectos. ¿Será que con los años la conciencia ya se saturó y me empieza a pesar hasta en los sueños?

Antes no me daba nada ser una desgraciada con ella. Podía decirle lo peor y seguir mi vida como si nada. Qué tiempos aquellos en que me podía dar el lujo de ser dulcemente vengativa y disfrutarlo como un gran chocolate. Recuerdo una vez, cuando yo tenía unos 15 años, que volví del colegio a la hora de almuerzo como todos los días. Había pasado a buscar un dibujo mío que había mandado a enmarcar y al llegar a la casa me dediqué a colgarlo en alguna parte mientras mi mamá preparaba el almuerzo. Mientras ella cocinaba y yo buscaba las herramientas, nos enfrascamos en alguna estúpida discusión cuyo motivo no recuerdo y que lógicamente me dejó con el genio atravesado. Y el maldito martillo que no aparecía por ninuna parte era el detalle que me tenía la sangre a punto de ebullir. Hasta que en medio de mi búsqueda, en algún closet, encontré algo inesperado y, por cierto, muy gratificante: en el piso, en un ricón, había un ratoncillo muerto, intacto, como durmiendo placenteramente. Inmediatamente recordé que la viejuja le tenía una desesperante fobia a estos bicharracos. La sola mención de la palabra ratón la hace erizar completamente y en menos de un pestañeo es capaz de subirse de un acrobático salto a los lugares más insólitos como, por ejemplo, el refrigerador. Entonces miré esa lauchita lánguida e inocente y entendí sonriente que la vida me estaba regalando una oportunidad única de venganza y yo, como buena cabrona zorruda, no iba a desperdiciarla.

A falta de algún guante desechable a mano, busqué un pedacito de papel que puse en mis dedos y tomé al animalito por la cola, escondí mis manos detrás de mi espalda y me fui a la cocina. Allí estaba mi mamá afanada cortando cebolla. Me paré detrás de ella y con la voz más dulce y entusiasta que pude fingir, le dije: "¡Mira mamita lo que encontré!". Se dio vuelta casi ilusionada y le puse el ratón a dos centímetros de la nariz. Dio un largo grito digno de película de terror y se quedó paralizada. Cuando recuperó el aire empezó a dedicarme un largo rosario de improperios -sin atreverse a acercarse a mi, obvio-, chuchadas que yo la verdad poco escuché porque me reía a carcajadas en su propia cara.

Ya satisfecha mi sed de venganza, agarré el cadáver, lo metí en una bolsa y lo boté feliz, todo acompañado por la agradable banda sonora de los regaños de mi madre.

Y ahora me tengo que mamar esta conciencia debilucha que me pasa la boleta. Un signo más de mi vejez inminente....

Love,
P.

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