Carta al Viejito Pascuero
Estimado Viejito Pascuero:
Después de mucho pensar y analizar acerca de tu historia, existencia y todo lo que ella implica en estas fechas que se acercan inevitablemente -para nuestra desgracia-, he llegado a la conclusión de escribirte esta carta para hacerte un pedido muy especial, que espero consideres: ¿Por qué no te vas a la misma mierda y nos dejas en paz?
Mira, no quiero parecer agresiva, Señor Pascuero, pero de verdad creo que tu desaparición definitiva sería el mejor regalo que podrías hacernos. Yo me pregunto: de todos los niños que escriben cartas con sus pedidos, ¿a cuántos se les cumplen sus deseos? Saca tus cuentas. Imagina que de todas las cartas, sólo una parte llegan a manos de los padres, porque el resto, digamos las weás como son, van a parar con raja a alguna bodega polvorienta de las empresas de correos, donde luego las convierten en material de reciclaje. Y de aquellas que llegan a ser leidos por los papás, ¿cuántos de esos deseos son realmente cumplidos? Porque también reconozcamos que los cabros de ahora piden cada weá que yo de puro pensarlo me dan ganas de ligarme las trompas para evitarme el mal rato futuro de encontrarme con la sorpresa que un hijo me muestre sus hermosas margaritas al sonreir y me entregue una tierna misiva dirigida al Polo Norte y te pida un cohete interespacial de titanio con internet inalámbrica, comida en cápsulas, una tripulación de mujeres androides de medidas perfectas y el estanque lleno para salir a recorrer la galaxia de al lado, en la cual ya se habrán abierto algunos ressorts de capitales españoles y norteamericanos. Y ahí la weona que tiene que poner la cara voy a tener que ser yo: "El viejito me dijo que por ahora no iba a poder regalarte ese cohete". Y voh? Para variar rascándote esas bolas lacias que ya te deben llegar más abajo de las rodillas. Entonces, de todos los niños que te piden y piden cosas, la mayoría tiene que terminar lidiando con un miserable regalo de consuelo, sin contar que lo más probable es que no reciban, ni con suerte, una gran patada en el culo. Porque niños con ilusiones hay millones en el mundo, y el 99% de ellas amanecen rotas cada 25 de diciembre. Después que nos tuviste dos meses enteros mamándonos tu imagen de viejo bueno en cuanto comercial, afiche publicitario y comerciales de radio existe, terminas haciéndote el wevon, como siempre. Si de sólo pensar que más encima la Coca-Cola te tiene de imagen corporativa me corroe el orto de pura rabia. Ganas tantos millones y no te rajai con ni uno, viejo cagao.
¿No te da vergüenza tener la edad que tienes y seguir engañando a la gente de esta manera? Yo estoy segura que este mundo será un poco menos desgraciado el día que agarres tu cagá de trineo, tus renos maricones, tu traje de drag queen y te mandes a cambiar a otro planeta, porque ya viviendo en el Polo Norte nos tienes chatos. ¿Te tinca Plutón?
Espero que esta vez te dignes a leer esta carta y me cumplas mi deseo.
Por el bien de todos.
Pao.
Después de mucho pensar y analizar acerca de tu historia, existencia y todo lo que ella implica en estas fechas que se acercan inevitablemente -para nuestra desgracia-, he llegado a la conclusión de escribirte esta carta para hacerte un pedido muy especial, que espero consideres: ¿Por qué no te vas a la misma mierda y nos dejas en paz?
Mira, no quiero parecer agresiva, Señor Pascuero, pero de verdad creo que tu desaparición definitiva sería el mejor regalo que podrías hacernos. Yo me pregunto: de todos los niños que escriben cartas con sus pedidos, ¿a cuántos se les cumplen sus deseos? Saca tus cuentas. Imagina que de todas las cartas, sólo una parte llegan a manos de los padres, porque el resto, digamos las weás como son, van a parar con raja a alguna bodega polvorienta de las empresas de correos, donde luego las convierten en material de reciclaje. Y de aquellas que llegan a ser leidos por los papás, ¿cuántos de esos deseos son realmente cumplidos? Porque también reconozcamos que los cabros de ahora piden cada weá que yo de puro pensarlo me dan ganas de ligarme las trompas para evitarme el mal rato futuro de encontrarme con la sorpresa que un hijo me muestre sus hermosas margaritas al sonreir y me entregue una tierna misiva dirigida al Polo Norte y te pida un cohete interespacial de titanio con internet inalámbrica, comida en cápsulas, una tripulación de mujeres androides de medidas perfectas y el estanque lleno para salir a recorrer la galaxia de al lado, en la cual ya se habrán abierto algunos ressorts de capitales españoles y norteamericanos. Y ahí la weona que tiene que poner la cara voy a tener que ser yo: "El viejito me dijo que por ahora no iba a poder regalarte ese cohete". Y voh? Para variar rascándote esas bolas lacias que ya te deben llegar más abajo de las rodillas. Entonces, de todos los niños que te piden y piden cosas, la mayoría tiene que terminar lidiando con un miserable regalo de consuelo, sin contar que lo más probable es que no reciban, ni con suerte, una gran patada en el culo. Porque niños con ilusiones hay millones en el mundo, y el 99% de ellas amanecen rotas cada 25 de diciembre. Después que nos tuviste dos meses enteros mamándonos tu imagen de viejo bueno en cuanto comercial, afiche publicitario y comerciales de radio existe, terminas haciéndote el wevon, como siempre. Si de sólo pensar que más encima la Coca-Cola te tiene de imagen corporativa me corroe el orto de pura rabia. Ganas tantos millones y no te rajai con ni uno, viejo cagao.
¿No te da vergüenza tener la edad que tienes y seguir engañando a la gente de esta manera? Yo estoy segura que este mundo será un poco menos desgraciado el día que agarres tu cagá de trineo, tus renos maricones, tu traje de drag queen y te mandes a cambiar a otro planeta, porque ya viviendo en el Polo Norte nos tienes chatos. ¿Te tinca Plutón?
Espero que esta vez te dignes a leer esta carta y me cumplas mi deseo.
Por el bien de todos.
Pao.
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