Cuando veo videos como el que les pongo al final de este artículo, que pertenece al Late Night de Conan O'Brien, o imágenes del Daily Show de Jon Stewart (el que animó la última entrega de los Oscar) o del Late Late Show de Craig Ferguson, busco referentes en Chilito y me encuentro con nuestra triste realidad: La tele o yo, el primer, único y lamentable intento chileno por incursionar en este formato en el que es obvio que los gringos nos dan cancha, tiro y lado. Me refiero a los Late Shows.

Lógicamente, no puedo pedir que al primer programa de este tipo en nuestro país se alcance la altura de gringolandia, pero yo me pregunto por qué han demorado tantos años en importar este tipo de programas que no sólo tienen por misión entretener en la noche, como tan burdamente lo ha venido haciendo el patrón de fundo Kike Morandé y su curvilíneo ganado -de quien rescato su facultad de encender televisores en un horario que antes estaba muerto-, si no ser capaces de informar y estar ahí atentos a lo que sucede y mirarlo bajo el prisma de la ironía, una herramienta que analiza los hechos y puede dar pie a denuncias y debates sin que esto necesariamente signifique aburrir a la gente. Por eso, creo, estos programas en el país del norte tienen tanto rating pues los telespectadores se van a dormir con la sensación de haberse informado con el dulce disfraz de la risa.

Por lo mismo, me niego a creer que en Chile lo más parecido a Stewart o Ferguson sea Julio César Rodríguez, un tipo que cuando quiere hacer reir, francamente produce lástima. Él es periodista; su talento estaría en praparar el material para un comediante que posea la genialidad que el formato exige: un humor chispeante, inmediato y que permite sacar lo mejor de cada invitado. Y no me digan que en el medio no existen creativos para esto. Los hay, y de sobra. Es cosa de buscar. Chile no es tan podrido.



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Saludos,
P.