Cuando éramos cuatro las que conformábamos un inseparable grupo de amigas, más de alguna vez caimos en la tentación de compararnos con el cuarteto de "Sex and the City", aunque claro, harto menos guapas, platúas y ciertamente bastante menos glamorosas que las chicas de tan maravillosa serie. La cosa es que en estas reuniones en torno al pisco sour -y no al cosmopolitan-, cuando correspondía asignarnos cada uno de los personajes, inevitablemente yo era la Carrie Bradshaw del grupo por el simple hecho de que de todas nosotras yo era la que le hacía al oficio de la escritura y hasta podía afirmar que había gente que me leía. No por nada este tugurio virtual en algún momento apareció nombrado en Las Últimas Noticias.

En fin, el asunto es que más allá de la cosa escrita y mi fanatismo por la serie, nada más me unía a mi ídola... hasta ayer.

De pronto, en una suerte de ataque compulsivo-navideño, me fui de shopping y no conforme con adquirir un par de chalas, la weona caliente me compré ¡cuatro! Algo insólito para mi que soy tan medida con las compras y bien lejos estoy de calzar con el perfil de la mina adicta a los zapatos. Pero chiquillos, tampoco crean que, como Carrie, me compré unos pares de Manolo Blahnik. No, si acá en Quilpué para lo más que me dio fue para ir a Falabella y aplicar chalitas playeras.

Es lo que hay no mah.

Bueno, saludos para todos y cuidadito con perder el verdadero sentido de la Navidad.

Love,
P.