Pa dónde va la micro II
Cuidado peatones: el auto es el rey
Nación Domingo
Raúl Sohr
El Ministerio de Obras Públicas (MOP) cerró el acceso a la única área exclusivamente peatonal de Santiago, con la excepción de algunas calles en la comuna de La Reina. Se trata de la entrada por La Pirámide al Parque Metropolitano, más conocido como cerro San Cristóbal. Con motivo de la construcción de unos túneles el MOP clausuró, sin decir agua va, todo acceso para las miles de personas que cada sábado y domingo, por la mañana hasta las 14 horas, convergían en La Pirámide para caminar libres de automóviles hasta la plaza Antilén.
Cómo entender a una autoridad que cierra parte de la Alameda para celebrar el Día Mundial Sin Automóvil, en un esfuerzo por promover las bicicletas para las cuales se construyen, en buena hora, nuevas ciclovías. Incluso, la Presidenta tuvo el gesto de prescindir del auto presidencial y viajar en transporte público. Por ello sorprende que en el tan promovido, y con toda justicia, Parque Metropolitano se cancele la entrada exclusiva para quienes dejan atrás, por una mañana de fin de semana, los vehículos motorizados. Porque, como pude constatarlo, nunca faltan los automovilistas que con un poco de asfalto bajo las ruedas creen que los peatones son un estorbo. Son pocos, cierto, pero suficientes para causar alarma a los padres de menores y a los abundantes paseadores de mascotas. Bocinas en ristre ahuyentan a quienes osan ocupar “sus” calles. En el cerro no hay veredas. Dicho sea de paso, en el mismo sector el MOP tampoco consideró necesario construir aceras para los peatones que deseen circular por la avenida Santa María entre los puentes Manuel Montt y La Concepción.
Es excelente promover las ciclovías, pero mejor aún es asegurar que los peatones no serán desplazados de las calles en beneficio de los automóviles. Es de interés público bajar el número de vehículos motorizados que circulan cada día. Ello reduce el atochamiento y mejora la calidad del aire. Cada peatón es un ciudadano que se desplaza sin quemar derivados del petróleo y exhalar gases contaminantes. Motivos más que suficientes para que el MOP los ponga como primera prioridad, antes que el confort de los automovilistas o las conveniencias de las empresas constructoras.
Ah, dirán algunos, por qué no construir más carreteras urbanas y problema resuelto. Acabo de visitar Beijing, donde los amigos de ampliar las avenidas estarían fascinados. El Gobierno chino ha transformado la ciudad dotándola del más moderno circuito de súper carreteras que cuentan con hasta seis pistas por lado. Pude comparar el cambio, pues estuve allí, en 1992, invitado por el entonces Presidente Patricio Aylwin. Lo primero que llamaba la atención eran los ríos de ciclistas que circulaban en todas las direcciones. Decenas de miles de ellos en perfecto orden. Jamás vi chocar o caerse a alguno. Esto de que los chinos tienen paciencia es verdad. Lo comprobé ahora. Las bicicletas se han hecho escasas y circulan por estrechas ciclovías, dejando el paso a una ola de vehículos motorizados. ¿Qué pasó? La magia del mercado transformó la ciudad. Como ocurre con toda economía en crecimiento, y en el caso chino hablamos de un desarrollo galopante con un incremento del Producto Interno Bruto del 10% anual durante las últimas dos décadas, se produjeron cambios telúricos. Tal cual, cambió el valor del suelo, y las propiedades del centro de Beijing se cuentan entre las más caras del mundo. Claro, los antiguos residentes no podían pagar ni una diminuta fracción de lo que ofertaban las empresas constructoras. De manera que los viejos pequineses, por usar el antiguo gentilicio, fueron desplazados hacia la periferia.
Beijing es hoy una ciudad que tiene tantos habitantes como Chile. Pese a la formidable infraestructura vial, desplazarse por ella es un calvario. No en el sentido santiaguino del mal humor y los bocinazos. Los chinos, como dije, son pacientes y respetan las normas del tráfico. El problema es la lentitud y las distancias. La capital china ya ha construido su sexto anillo periférico al estilo de Américo Vespucio, que rodea la ciudad a más de 30 kilómetros del centro. Estas distancias acabaron con los ciclistas, pues exceden a lo que un par de piernas pueden rendir todos los días de ida y vuelta al trabajo. Tan grave es el problema del desplazamiento económico, por el precio de las propiedades, que muchos trabajadores de servicios, como personal hospitalario, de transporte y otros, viven a horas de sus empleos. En Beijing, sólo se mantienen residencias fiscales para los profesores. En todo caso, este no es únicamente un problema chino. En Londres ocurre lo mismo y ahora se construyen viviendas subsidiadas para trabajadores que laboran en el centro de la ciudad. Es claro que en la planificación de las ciudades está en juego el modelo y la calidad de vida los ciudadanos.
0 comentarios:
Publicar un comentario