Ventilando la charcha

7:36 p.m. 6 Comments

Con la esperanza de que las cosas resulten y en un futuro cercano esté instalada en Santiago, me quiero dedicar a disfrutar mi tiempo acá en Osorno. Fiel a la filosofía que vengo aplicando en los últimos meses que dice que no me caliente la cabeza por los eventuales problemas en mi familia, decidí aprovechar lo que pudiera quedarme acá y cada vez que se pueda, salir a recorrer y gozar con la belleza natural de la zona. Hasta me sirve de ejercicio. Así fue que el sábado fui, junto a dos amigos, al complejo termal Aguas Calientes, en el Parque Nacional Puyehue. La tarde fue increíble, almorzamos unas empanadas con Coca-Cola sentados en la orilla de un río donde uno ahí mismo hace hoyos y sale agua termal y GRATIS. Así que para la otra voy a ir con mi vieja, nos vamos a poner traje de baño, nos vamos a acomodar entremedio de las piedras y vamos a poner en remojo nuestras charchas. Debe ser la raja hacerlo en una tarde de lluvia!! Ya les contaré. Bueno, luego nos mandamos una caminata bien agotadora como de dos kilómetros de subida, y aunque al poco rato me sentía podrida (no porque el camino lo fuera, si no porque YO soy así), el esfuerzo valió la pena, pues llegamos a un mirador precioso. Y antes de que la tarde se fuera, partimos a la laguna El Espejo, que queda muy cerca de ahí y disfrutamos un rato con la vista. Ahí van unas fotitos del paseo:

(Click para ver en grande)



Las aguas termales junto al río:


Laguna El Espejo:


La vista desde el mirador:


Como es lógico en un organismo tan indigno como el mío, el domingo no me podía ni mover. Pestañeaba y me quejaba. Pero no importa que mi cuerpo sea tan charcha, yo seguiré aprovechando la suerte de vivir acá y aunque me pele las patas caminando, los paseos se vienen igual.

Saludos,
P.

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¿Ser hombre un ratito?

5:54 p.m. 16 Comments

Me encanta ser mujer, pero juro que hay veces en que me dan ganas de sacarme un rato los ovarios y cambiarlos por una buena tula. Hace dos noches una jaqueca de "ésas" me hizo sufrir lo insufrible y por un par de horas renegué totalmente de mi género. Ni masajes, ni un paño frío en la frente, ni la luz apagada, ni altas dosis de paracetamol pudieron con ese dolor de cabeza que más parecía un mal de ojo o castigo divino que un simple malestar. Entonces entre queja y queja, me puse a pensar en lo soberanamente jodido que es esto de caminar por la vida cargando pechugas. Estoy segura que no debe existir una sola mujer en el planeta que, por alguna circunstancia arbitraria de la naturaleza o de la vida, no pensó: "¡¡¿¿Por qué chucha no nací hombre??!!".

La lista de motivos para sentirse tentada con una drástica operación de cambio de sexo es bien contundente. Depilarse las axilas, las piernas, el rebaje, los bigotes, retocarse las cejas y mear sentada. No sólo maquillarse, si no que saber hacerlo para no parecer travesti. Y por supuesto, nuestro peor enemigo: la celulitis, que se acumula en todas partes y que sale por comer con grasa, tomar bebidas gaseosas, falta de ejercicio y cuanta cosa que los hombres suelen hacer y simplemente engordan de forma pareja. Pero no, nosotras acumulamos pelotitas de grasa, más indigno todavía. Usar tacos, que aunque no me gusten, debo hacerlo en las ocasiones especiales, que generalmente incluyen el elemento "baile", y ahí tener que lidiar entre a) asumir el castigo de quedarme sentada en un rincón con cara de plato hondo viendo cómo los hombres se ponen las corbatas en la cabeza y se sacan la camisa del pantalón o b) aguantarme el dolor de patas... y como me gusta harto la shacota, el zangoloteo de la opción A me tienta siempre. Seguimos con las injusticias: la primera vez que duele, da nervios, y es hasta decepcionante porque claro, no se pasa tan bien. El simple hecho de ser mujer implica necesariamente varios castigos orgánicos como la fuckin' regla todos los meses, los cambios de humor, dolor de cabeza, de pechugas, de ovarios, de útero, várices, hasta puntadas en el hombro cuando hacemos ejercicio. Sí, esa puntada en el hombro que todas conocemos, nos da sólo a nosotras. Al menos así me dijo mi profesora de gimnasia. Después hay que darse la lata de tomar pastillas y sus posibles efectos secundarios como subir de peso debido a la retención de líquido, náuseas, jaquecas, siendo la mas grave de las consecuencias el olvidarse de tomarla y quedar embarazada. Aquí entonces vienen los malestares, los vómitos, subir de peso, las estrías, la caida de las pechugas, la pérdida de culo o la adquisición de uno gigante, además de una linda cicatriz de cesárea si es que no tuviste que mamarte un infernal y doloroso parto normal. Y la guinda de la torta: depresión post-parto. Junto a esto, darle pecho al recién nacido, el dolor en los pezones y ya olvidate si además te da mastitis, algo bastante común. Y por si fuera poco, además de dormir poco y nada, hay que soportar una cuarentena del carajo que díganme si todo eso junto después de traer un crío al mundo no es como para convertirse mínimamente en una energúmena.

No conforme con todo esto, cuando ya tu cuerpo te pide cerrar la fábrica, viene la desagradable menopausia: que los cambios de humor, que los bochornos, las resequedades ahi abajo y una serie de cambios fisiológicos que sumando y restando, me pregunto a quién cresta se le pasó por la cabeza llamarnos el "sexo débil". Yo creo que, para ser mujer, hay que tener las pelotas bien puestas. Pero bueno, no importa qué tanto se despotrique algunas veces. Basta pensar en los orgasmos múltiples y las ganas de ser hombre se nos pasa al instante.

Para finalizar quiero decirle a nuestra flamante Presidenta que no se preocupe, ya que después de toda esa horrorosa cantidad de torturas que hay que soportar a lo largo de la vida por el sólo hecho de tener útero -eso que no me largué a detallar los sacrificios de criar una familia-, dirigir este país se le hará prácticamente una tarea escolar.

Saludos,
P.

Foto: "Lisa Lyon"(1982) - Robert Mapplethorpe

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El verano es un amor

2:09 p.m. 3 Comments

Así como la menarquia anuncia el fin de la infancia, el despertador el fin del romance con Morfeo y antiguamente el código de barras en la tele marcaba el fin de las transmisiones, anoche ocurrió algo que me restregó en la cara que el verano se había terminado inapelablemente: puse mi frazada eléctrica, ese aparato tan apreciado por nosotras las chiquillas que no tenemos una pierna peluda que nos haga cucharita por las noches. Es que llegar al sur después de dos meses de rebosantes y transpiradas vacaciones en Santiago, aunque por calendario aún estemos en verano, es un golpe de frío bien brusco. De jornadas capitalinas todavía dignas de un estelar guatazo en la piscina, me vine a este pueblo podrido donde me encuentro con un grisáseo panorama en el que ya llueve varias veces al día, las calles se lo pasan mojadas, los cañones de las casas humean de lo lindo y usar manga corta es considerado, a lo menos, exótico. Es más, tengo serias dudas de depilarme, para capear el frío. Total, no veo asomarse en el corto y mediano plazo ninguno de los tres eventos causantes de la extracción sistemática de los pelitos pierna completa-rebaje: usar traje de baño, shorts o un polvo -o "refregón de huesos" como dice mi papá, tan elegante él-.

No sé si le pasará a todo el mundo, pero para mi enterrar el verano es casi tan doloroso como despedirse para siempre de alguien que se ha querido mucho. Como que se me aprieta el pecho cuando agarro mi ropa ligera y la empiezo a guardar en la parte del closet en que sé que no la volveré a ocupar hasta unos 9 meses más. Ahí, a cada polera que doblo, como que me salen pucheros y me viene el soponcio. No si esta tontera es como hacer un duelo, no exagero. Y así ando un par de días medio enlesá, sensible, como viuda mamerta mirando las fotos de los días de calor que ya no volverán y me tengo que resignar a que todo eso ahora ya no es más que un lindo recuerdo. Adiós a la arena en las zapatillas, a los pisco sours bien heladitos sentada en el patio, a dormir con las ventanas abiertas, a usar lentes de sol hasta en el Metro, a andar en el pasto a pata pelá. Bienvenidos los guantes y bufandas, los jarabes para la tos, los mocos colgando, los tés calientes, la ropa ahumada, las botas de goma y los calzones de lana para las más fundamentalistas.

Pero bueno, al menos me queda la consoladora esperanza de poder regresar a vivir pronto a Santiago que insisto me carga como ciudad, pero allá están mis amigos que tanto quiero y tan bien me hacen sentir. Ése calor es el que más me duele tener lejos.

"Don't cry, there'll be another spring..."


Saludos,
P.

photo by me

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Reclamo

6:36 p.m. 2 Comments

Me siento estafada. Mal dicho: NOS sentimos estafadas.

Anoche, María Paz, Lula y la que suscribe partimos con nuestros organismos recargados de caipiriñas y piscolas a bailar al Túnel, nuestra disco favorita de años. Igual llegamos pasadas las 3 de la mañana, pero para un trío de bataclanas como nosotras a la noche aún le quedaban algunos coletazos de juventud y por nuestra vasta experiencia con el local, la música a esas horas debiera haber estado en lo mejor. Tan segura estábamos, que al llegar estuvimos dispuestas a pagar las 4 lucas que costaba la entrada sabiendo que a las 5 AM cerraban. Total era el único lugar en Chile que conocíamos donde tocaban todo eso que nos encanta: Jamiroquai, Michael Jackson (cuando era negro), Barry White, Marvin Gaye, Kool & The Gang, George Michael (mijito!), Aretha Franklin, pasando por algo de Madonna, Orishas, Los Tetas... yada yada yada.

Pero a los pocos minutos de entrar me sentí como cualquier usuario de Winows XP al que le aparece constantemente una ventana de ERROR y todo se va al carajo. Pero acá, lamentablemente, no había botones "control+alt+supr" y volver a empezar todo como corresponde. No sé qué pasó. Cero onda. Parece que se creyeron el cuento de la música negra y se quedaron pegados en los raps de negros de moda gritones y con lyrics llenos de chuchadas; de pronto me imaginé en una fiesta teenager gringa en el Bronx. Y ni eso, seguro allá deben tener mucho más estilo. El soul y el funk en el Túnel, un sábado en la noche (insólito),se lo metieron por buena parte. De aquí al reggaeton, no les falta nada. Además el ambiente, me lo cambiaron entero. Dónde estaban esos temas de siempre? Quién hizo desaparecer a esos washitos lindos universitarios de potito parado y ropa medio desordenada? Qué pasó con las chiquillas que me producían envidia con sus anatomías asomadas y bailando casi como negras? En su lugar, puras chulas vestidas en su mayoría con el uniforme Falabella (toda la ropa es igual) y tipos de mi edad - atroz!, puros viejos...- con menos poto que un chuzo y camisas de 3 lucas. No se trata de ser clasista, todos tienen derecho a vestirse y bailar como y donde quieran, pero me enerva profundamente que el único lugar donde íbamos a la segura, ahora se transformó en un antro rapero-latero-rasca.

Qué lata tener que empezar a buscar otro lado. Si alguien sabe de lugares así en Santiago, donde toquen funk, soul, r&b y toda esa onda incluyendo sus variantes latinas, por favor cuéntenme. Estaremos profundamente agradecidas.

We are family...
P.

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