Denuncia ajena
El titulo de este post se debe a que quiero ayudar a difundir una carta que escribió una amiga mía en su propio blog. A veces siento que es bueno dejar de publicar tanta pavada superficial para sumergirse, aunque sea ocasionalmente, en las turbia realidad que nos rodea. Bueno, menos bla bla y a lo que decía, la carta:
¿Quién es Carolina Toro Góngora?
Soy una cobarde. Sigo siéndolo. Pero no con ello soy la única, si no que denuncio a los demás.
Cuando hace algunos meses en la portada de LUN era ella, la compañera del banco último de la sala esa del Liceo 11 en Las Condes, enmudecí.
Al poco rato de esa mañana informativa, sonaba mi celular y el teléfono de mi casa: eran las demás compañeras del colegio un poco ansiosas, un poco mudas, un poco llenas de recuerdos de quién era la Carola Toro, preguntando qué hacer, si ir o no a la visita del domingo en el Centro de Orientación Femenina de Santiago (COF) a verla, donde estaba detenida por robo con intimidación.
Cuando llegué a ese liceo a terminar los 2 últimos años de la enseñanza media en el 3-B humanista de 40 alumnos, en donde sólo había 5 hombres... estaba al lado de la ventana la Carola, con su pelo azabache, largo y rizado, sus ojos negros y su cara pálida.
Un día –prontamente- nos juntamos para hacer un trabajo. Llegué a su enorme casa en calle Hermanos Cabot, y luego de ofrecerme un café apareció su padre en la cocina. Nos presentó y antes de subir al altillo -que era la sala de música del viejo, con piano, guitarras, premios, fotos y otros– donde haríamos el trabajo que, ahora que lo recuerdo, predictivamente, era de: “Adicciones, drogas y alcohol”, le dije: Carola, yo conozco a tu papá y ella se rió. Insistí. Yo conozco a tu papá. Continuó riéndose y me dijo: sí probablemente lo conoces. Mi papá es artista, es Buddy Richard.
Para entonces, la Carola no salía de su casa más que al colegio a tres cuadras. Vivía pendiente tanto de su padre, que cada cierto rato armaba más de algún escándalo por su alcoholismo vox populi, como de sus hermanas y de su casa. Era una niña dueña de casa.
Esa casa se vendió hace años y los recuerdos de la piscina, el altillo, el piso de cerámica y los muchos ventanales en los pasillos ya no están. Ahí se quedaron también las frustraciones de cada uno.
La Carola era la única del curso que no fumaba, mientras las demás corríamos en el recreo al fondo del patio al cigarro mañanero que hoy, en realidad, no me hace sentido. Nunca se tomó un copete siquiera. Ella gustaba de los jugos de fruta y el café.
La Carola era la que organizaba el día de la Paz, del Medio Ambiente, del Aire, del Agua, del Amigo, rifa si alguien necesitaba algo, y además la que todos los años llevaba la música y el show al aniversario del Liceo Rafael Sotomayor de Las Condes donde TODOS LA CONOCIAN.
Una vez de regalo para mi cumpleaños llevó a su banda y tuve música en vivo toda la noche en mi fiesta.
La Carola escribía en sus cuadernos con lápiz Bic negro. Tenía una letra pareja, grande y para atrás. Era nula en matemáticas, tanto que el último año de colegio competimos quién sacaba la peor nota en matemáticas. Me ganó. Tomaba las pruebas de la Mónica Verdugo, ponía su nombre y se iba al patio. La Verdugo le ponía un 1.0 inmediatamente.
La Carola era una artista. Siempre lo fue. Pintaba en sus blocks, tarareaba canciones, hacía pentagramas y ponía notas musicales y escribía letras que después cantaba. De look era como Alanis Morissette, así tal cual.
Corría el año 1989.
Paulina, la hermana que la seguía, hoy periodista, uno o 2 años menor que nosotras, estudió también ahí. A ella la recuerdo con sus crespos oscuros como resortes, un vestido negro corto y muy sexy, sonrisa perfecta y bailando sobre el escenario del gimnasio a Tom Jones. Eran otros tiempos.
La Cata era la menor, tan menor que si nosotras estábamos ya casi por salir del colegio, ella cursaba 5º o 6º básico.
Salimos entonces del colegio y la Carola se fue a vivir con su mamá al departamento del MonteCarmelo en Bellavista. Nos vimos varias veces, muchas en realidad. La Carola manejaba el mini celeste de su madre y era supersticiosa: si se le cruzaba un gato en la mitad de la calle, era capaz de darse la vuelta.
La Carola quiso ser artista y su padre se lo negó argumentando que ese mundo estaba lleno de droga y que no la iba a ayudar. Fue obligada a estudiar secretariado. Una vez Don Francisco los invitó a su programa sabatino, cantaron y sería todo.
La Carola con su guitarra acústica es la imagen que me queda de una niña- mujer silenciosa y triste.
El canal del Sr. Claro hoy difunde que vive como okupa en una casa abandonada de la población Santa Julia con otros drogadictos; otra vieja cuenta que la asaltó y otra que le pide monedas “para no tener que subirse a otro auto”.
Desde aquí acuso entonces y me sé cobarde. Desde aquí acuso a esta espléndida comunidad de Las Condes, a los compañeros de colegio y vecinos, a los profesores que tuvimos, y a la red de apoyo que no existe.
¿Quién es Carolina Toro Góngora?
Soy una cobarde. Sigo siéndolo. Pero no con ello soy la única, si no que denuncio a los demás.
Cuando hace algunos meses en la portada de LUN era ella, la compañera del banco último de la sala esa del Liceo 11 en Las Condes, enmudecí.
Al poco rato de esa mañana informativa, sonaba mi celular y el teléfono de mi casa: eran las demás compañeras del colegio un poco ansiosas, un poco mudas, un poco llenas de recuerdos de quién era la Carola Toro, preguntando qué hacer, si ir o no a la visita del domingo en el Centro de Orientación Femenina de Santiago (COF) a verla, donde estaba detenida por robo con intimidación.
Cuando llegué a ese liceo a terminar los 2 últimos años de la enseñanza media en el 3-B humanista de 40 alumnos, en donde sólo había 5 hombres... estaba al lado de la ventana la Carola, con su pelo azabache, largo y rizado, sus ojos negros y su cara pálida.
Un día –prontamente- nos juntamos para hacer un trabajo. Llegué a su enorme casa en calle Hermanos Cabot, y luego de ofrecerme un café apareció su padre en la cocina. Nos presentó y antes de subir al altillo -que era la sala de música del viejo, con piano, guitarras, premios, fotos y otros– donde haríamos el trabajo que, ahora que lo recuerdo, predictivamente, era de: “Adicciones, drogas y alcohol”, le dije: Carola, yo conozco a tu papá y ella se rió. Insistí. Yo conozco a tu papá. Continuó riéndose y me dijo: sí probablemente lo conoces. Mi papá es artista, es Buddy Richard.
Para entonces, la Carola no salía de su casa más que al colegio a tres cuadras. Vivía pendiente tanto de su padre, que cada cierto rato armaba más de algún escándalo por su alcoholismo vox populi, como de sus hermanas y de su casa. Era una niña dueña de casa.
Esa casa se vendió hace años y los recuerdos de la piscina, el altillo, el piso de cerámica y los muchos ventanales en los pasillos ya no están. Ahí se quedaron también las frustraciones de cada uno.
La Carola era la única del curso que no fumaba, mientras las demás corríamos en el recreo al fondo del patio al cigarro mañanero que hoy, en realidad, no me hace sentido. Nunca se tomó un copete siquiera. Ella gustaba de los jugos de fruta y el café.
La Carola era la que organizaba el día de la Paz, del Medio Ambiente, del Aire, del Agua, del Amigo, rifa si alguien necesitaba algo, y además la que todos los años llevaba la música y el show al aniversario del Liceo Rafael Sotomayor de Las Condes donde TODOS LA CONOCIAN.
Una vez de regalo para mi cumpleaños llevó a su banda y tuve música en vivo toda la noche en mi fiesta.
La Carola escribía en sus cuadernos con lápiz Bic negro. Tenía una letra pareja, grande y para atrás. Era nula en matemáticas, tanto que el último año de colegio competimos quién sacaba la peor nota en matemáticas. Me ganó. Tomaba las pruebas de la Mónica Verdugo, ponía su nombre y se iba al patio. La Verdugo le ponía un 1.0 inmediatamente.
La Carola era una artista. Siempre lo fue. Pintaba en sus blocks, tarareaba canciones, hacía pentagramas y ponía notas musicales y escribía letras que después cantaba. De look era como Alanis Morissette, así tal cual.
Corría el año 1989.
Paulina, la hermana que la seguía, hoy periodista, uno o 2 años menor que nosotras, estudió también ahí. A ella la recuerdo con sus crespos oscuros como resortes, un vestido negro corto y muy sexy, sonrisa perfecta y bailando sobre el escenario del gimnasio a Tom Jones. Eran otros tiempos.
La Cata era la menor, tan menor que si nosotras estábamos ya casi por salir del colegio, ella cursaba 5º o 6º básico.
Salimos entonces del colegio y la Carola se fue a vivir con su mamá al departamento del MonteCarmelo en Bellavista. Nos vimos varias veces, muchas en realidad. La Carola manejaba el mini celeste de su madre y era supersticiosa: si se le cruzaba un gato en la mitad de la calle, era capaz de darse la vuelta.
La Carola quiso ser artista y su padre se lo negó argumentando que ese mundo estaba lleno de droga y que no la iba a ayudar. Fue obligada a estudiar secretariado. Una vez Don Francisco los invitó a su programa sabatino, cantaron y sería todo.
La Carola con su guitarra acústica es la imagen que me queda de una niña- mujer silenciosa y triste.
El canal del Sr. Claro hoy difunde que vive como okupa en una casa abandonada de la población Santa Julia con otros drogadictos; otra vieja cuenta que la asaltó y otra que le pide monedas “para no tener que subirse a otro auto”.
Desde aquí acuso entonces y me sé cobarde. Desde aquí acuso a esta espléndida comunidad de Las Condes, a los compañeros de colegio y vecinos, a los profesores que tuvimos, y a la red de apoyo que no existe.
Dora Muñoz Contreras
ex alumna Liceo Rafael Sotomayor, promoción 1990.
ex alumna Liceo Rafael Sotomayor, promoción 1990.
Un ejemplo más de lo ingrata que es esta raza maldita. Ingratitud no sólo hacia sus semejantes, si no también hacia su propio medioambiente, tema que me tiene con angustia desde hace un buen tiempo, pero que ya desarrollaré en otro post. Por ahora, están cordialmente invitados a comentar en el blog original donde esta carta fue posteada.
Saludos y harto amor,
P.
Saludos y harto amor,
P.
4 comentarios:
mmm no sé que decir, heavy la historia... y no puedo evitar preguntarme qué pasó en esa familia que hizo tener un cambio tan radical en ella.., para mí más que una crítica a la sociedad que la redoae es una invitación a cuestionarse desde uno para ver qué hacemos y qué dejamos de hacer para que las personas de nuestra familia se sientan tan solos que opten por buscar en la calle lo que no encuentran en casa, y que por cienrto, no encontrarán en otra parte...
Un beso grande amiga.
Soltaire
Disculpa por no comentar acerca del post..
Sabes, revisaba mi cuenta de You tube. Me hicieron link a una página de cine. Hablaba de SWEETprimavera. Escribiste acerca de él.
Gracias por el comentario, me gustó la página, me gustó tu blog.
Ojalá podamos conversar
socio_nmk@hotmail.com
te espero.
adios.
Puta amiga... bien heavy el post. Muy sincero... quede pa dentro.
Y de paso pinchaste po amiga! aprovecha!
jajaja aweoná no pinché. Me contactó a través de mi blog porque hace un tiempo hice un post acerca de un cortometraje que hizo.
http://www.cinematografia.cl/blog/2007/sweet_primavera.html
Besos!
P.
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