La pildorita (que nos doran)

7:37 p.m. 2 Comments

Desde que salió el anuncio del gobierno de facilitar gratuitamente la píldora del día después a menores de 14 años en los consultorios sin permiso de los padres, ando como medio enchuchá. Toda esa guerra pelotuda de intercambios de opiniones de un lado y del otro, unos defendiendo el uso del fármaco como herramienta para combatir el preocupante número de adolescentes de escasos recursos embarazadas y los otros creyéndose, desde el banquillo de lo "valórico" (qué weá es eso??), con el derecho de armar escándalo por esta medida tan indecente, me tiene con las tetas bien inflamadas y cuadradas. Estoy chata que este país no avance, entre otras cosas, porque los curas levantan la voz y el pueblo tiembla, la gente acata y aumentan sus trancas. Me frusto, me emputezco cuando veo esta tropa de asexuados de sotanas y políticos de trajecito cuyo valor es mayor que el ingreso mensual de una familia de escasos recursos, atacando al gobierno aludiendo a que la solución está en la "educación" de los jóvenes. Bueno, vendan sus trajecitos, sus carteras Louis Vuitton, sus rosarios de piedras preciosas y hasta los tesoros del Vaticano para pagarle una educación digna a la mayoría de los chilenos y recién ahí nos podríamos sentar a conversar. Toi chata: los curas hablan, le meten caca a la gente en la cabeza y después no asumen. ¿Acaso ellos de quedan cuidando la guagua de una madre adolescente para que ella pueda retomar sus estudios y, por lo menos, sacar cuarto medio? Las pelotas.

Bueno, así fue que leyendo diarios on-line, me encontré con un artículo escrito por Guillermo Tejeda, publicado este domingo 10 de septiembre en La Nación Domingo y que me permito publicar completo para compartirlo con ustedes.


Inmoralidades valóricas

Es difícil saber con exactitud qué sea lo moral. Pero sí parece estar claro lo considerado inmoral, al menos en Chile. Se trata por lo general de asuntos relacionados con el uso del propio cuerpo, y específicamente de las partes genitales, que al frotarse y producir gusto ameritan reto. Uno de nuestros obispos y cardenales, monseñor Medina, ha manifestado sus certezas al respecto sentenciando: “Mi punto de partida es que toda relación sexual fuera del matrimonio es inmoral”.

Esta notable simplificación del problema moral, es decir de lo bueno o lo malo, deja a lo genital pendiente de un trámite de certificaciones. Pero no es sólo eso, no se trata de tener la libreta de matrimonio para abandonarse después ambos cónyuges desatadamente a la lujuria, en un Kamasutra orgiástico de mil noches con sus días, con estimulantes diversos e implementos de cuero, látex y vinilo. No. Esas cosas no se hacen en una familia. Lo relevante de la fórmula “toda relación sexual fuera del matrimonio es inmoral” es su capacidad de adelgazar de lo genital, de minimizar y reprimir los aleteos copulativos. El contrato matrimonial supone al menos teóricamente el abandono de todo otro socio genital que no sea el o la cónyuge. El goce, los experimentos, la exploración sensual, el despliegue de las múltiples e íntimas facetas de la propia intimidad, quedan reducidos por la amenaza episcopal a una sola pareja sobre un solo colchón, lo que en un plazo no muy largo y al menos estadísticamente tiende a convertirse habitualmente en dos cuerpos extraños separados por una colcha y atados por un televisor o una hipoteca en un ambiente de resentimiento.

Hemos sospechado siempre que los curas se preocupan no tanto que seamos morales, sino de que no nos demos gustos sexuales. Para la mentalidad clerical conservadora, ambas cosas forman parte de una sola ecuación: inmoral no sólo es el sexo fuera del matrimonio, también lo son todos los gustos que nos podamos dar, solos o en compañía, a partir de nuestro propio cuerpo. Mientras más asexuados seamos, más cerca de la moralidad vamos a estar. La inmoralidad sería ese desván inmundo donde merecen estar los preservativos, el onanismo, las píldoras de antes y después, el divorcio, los frotes homosexuales y hasta los malos pensamientos, considerados malos precisamente por ser sexuales. Cuánta animosidad hacia los deseos de la especie. Cuánto desprecio por lo humano.

¿Es malo lo sexual? ¿Es bueno? Los dioses antiguos de Grecia y Roma eran todos hijos de alguna cópula feliz, salvo –lo dice Hesíodo– el estéril Océano. Afrodita, diosa de la primavera, de las flores, de la belleza, es sobre todo la divinidad de la lujuria, y su nacimiento se debió a un chorro de semen de Zeus convertido en espuma marítima. Pero para qué seguir con esas inmoralidades. La hostilidad de los obispos hacia los placeres de la seducción erótica y del intercambio sexual parece contradecir la defensa que hacen de la vida. Pareciera que les gusta la vida, pero siempre que no se propague mucho, y sobre todo que no se propague con placer. ¿No será que odian el cuerpo? Presionar a las personas para que se pasen sesenta años compartiendo la sexualidad exclusivamente con sus cónyuges respectivos parece hoy una idea exótica, de utilidad dudosa, con tintes un poquito sádicos. Si la vida es difícil, si somos a menudo víctimas del cansancio, de las enfermedades, del hambre y la sed, ¿cuál es el sentido de privarse de los goces, siempre precarios y limitados, de los sentidos? Se habla mucho del sexo fácil o del dinero fácil, pero lo cierto es que nada es tan fácil, todo lo contrario.

En fin, es así como se encuentra uno a estos pastores del espíritu enredados con toda su teología en un pedazo de plástico, un certificado, una píldora o un alambrito. ¿No son acaso los médicos o los sicólogos o los sexólogos o los profesores de gimnasia quienes tienen las competencias para asesorar sobre medicinas o preservativos o usos correctos de la pelvis? ¿Qué hacen los obispos en estos barrios tan técnicos?

Ciertos políticos conservadores prefieren hablar de “temas valóricos” cuando se trata de la sexualidad, un poco como si quienes no les hacen caso carecieran de valores. El matrimonio acuñado en el siglo XIX con la revolución industrial consagró lo que en el siglo XXI tenemos ya un poco como reliquia: un papá, una mamá, los hijos y una casa en fórmula de exclusividad vitalicia. En la sociedad moderna coexisten distintos tipos de familia y de sexualidad. Lo más extraño es que quienes han tomado la opción de no formar una familia ni tener vida sexual, se dediquen a dictar cátedra precisamente sobre estos temas. No parece importarles la realidad que viven los jóvenes, o los pobladores, o los hogares de menos recursos, o los grupos más vanguardistas de la sociedad. Parece más relevante el título de la canción que la canción misma, más la norma legal que la suerte de las personas de carne y hueso. No importa que la mayoría de los matrimonios sean un desastre, lo que cuenta es que no se legalice el divorcio. Da lo mismo que un 10% de la gente se sienta amorosa del mismo sexo, lo relevante es reprimir a los homosexuales. A lo mejor, estas actitudes son valores. Pero lo más probable es que lo considerado “valórico”, lo que se dice “moral”, sean simplemente modos de entrometerse, siempre sin derecho y muchas veces de modo despiadado, en lo que es finalmente propiedad de cada persona individual: su propio cuerpo.

Guillermo Tejeda

Saludos,
P.

Payayita

Some say he’s half man half fish, others say he’s more of a seventy/thirty split. Either way he’s a fishy bastard.

2 comentarios:

Soltaire dijo...

Primero que todo... felicidades por tu cambio de look, te quedó re bueno el fashion emergency que le hiciste a tu blog!!

Oye, muy bueno el post, de verdad es todo un temazo este, estoy de acuerdo en casi todo lo que aquí se dice, sólo hay una observación que me gustaría hacer, y es que el culpar de toda la pacatería que existe en Chile a los curas me parece simplificar un poco las cosas, está claro que la iglesia tiene demasiado que ver, pero también hay mucha gente mojigata que se niega a evolucionar y ver más allá de sus narices (incluso cuando en sus vidas personales hay muchas cosas "turbias que esconder"), dispuestos a condenar a otros viendo la astilla en el ojo ajeno pero sin ser capaces de ver el tronco en el propio.

Me parece tan ridículo que hayan personas que "luchen" en pro de la vida (o sea que condenen anticonceptivos, abortos, etc) cuando ninguna de esas personas se hace cargo de las necesidades de miles de niños que viven en la calle y se mueren de hambre o abusos..., es fácil decir ¡que nazcan todos! (mientras no me hueveen a mí...)

Específicamente con este tema de la pildora del día después, me molesta cuando hay gente que argumenta que "cómo es posible que se excluya a los padres cuando las niñas vayan a buscar la pildorita ésta, nos quitan nuestro derecho de padres de educar"..., pero ¿de qué estamos hablando?. Yo tengo una hija que dentro de poco (un par de añitos más)será adolescente, y tengo clarísimo que si llega el momento en que a mis espaldas necesita de la pildorita y va por ella sin decirme, no será porque "el gobierno me excluyó de mi derecho a educarla", si no porque en algún lugar del camino fui "yo misma la que me excluí de mi obligación de hacerlo", y no sólo de mi obligación de educarla, sino que también de mi deber de construir una relacion cercana con ella, tanto como para que no sienta la necesidad de esconderme algo así si le llegara a pasar.

Qué buena que el artículo se haga referencia a los distintos tipos de familia" que existen, porque estoy realmente chata de vivir en una sociedad hecha para "un papá, una mamá, hartos hijitos y un perrito"..., la vida real no es así, mi vida no es así, y sí tengo FAMILIA!

Un besote grande y felicitaciones una vez más washona!
Soltaire

bueno tu blog igual merece un vistazo