Tantos años sin escribirte! Como veintidós si mal no recuerdo. No me digas nada, ya sé que he sido ingrata, pero qué quieres que te diga, vejete, cuando supe que no existías, me quería morir. Tenía siete años y todavía tengo clarita en mi recuerdo la imagen de mi abuela agachada frente al árbol como a las ocho de la tarde acomodando los regalos y cuando me vio ahi parada detrás de ella me puso una cara de culpa calcada a la que yo ponía cuando mi otra abuela me pillaba urgueteándole los cosméticos con las manos embetunadas en lápiz labial, base de maquillaje y sombras para los ojos, y la cara pintada como las putas de "La Negra Ester". Me acuerdo que ese año fue terrible, uno tras otro se fueron haciendo trizas todos esos personajes en los que creía ciegamente y que le daban un aire de magia a mi existencia: el ratón que se lleva los dientes de leche, el conejo de pascua y tú. Creo que nunca en mi vida he tenido tanta fe en algo como hasta entonces, por eso cuando supe que todo era un vil engaño enhebrado por los padres para evitar sentirnos miserables -un sentimiento que tendríamos toda la vida para desarrollar-, me sentí profundamente traicionada. Ahí me di cuenta que el mundo de los adultos era una cochinada. Me imaginé a mis padres burlándose a mis espaldas al ver cómo yo caía tan bobamente en todos sus jueguitos. Me pregunté cómo no les daba cargo de conciencia provocarme esta decepción tan grande, si fue como una estocada en pleno corazón. Digo corazón porque yo los quería. Quería mucho al ratón, tan tierno él siempre me dejaba una moneda por cada diente que me sacaba. Bueno, igual lo encontraba medio cagón al roedor ése porque nunca fue muy generoso que digamos, pero como desde chica he tenido esa capacidad de pasar por alto y hasta justificar los defectos ajenos, nunca la di mayor importancia a sus escuálidos premios. Y cómo no querer al conejito, que cada Semana Santa me llenaba la barriga de dulces y me alegraba un fin de semana podrido en que sólo daban programación religiosa por el único canal que llegaba en ese entonces por esta zona. Pero a ti viejito.... yo te adoraba, es que eres muy especial. Porque mira: el ratón dejaba un par de chauchas a cambio de un diente de leche, pero para mi al menos sacarme uno era un tremendo escándalo. Mi pobre mamá me tenía que hacer todo un trabajo sicológico para lograr siquiera ponerme el hilito alrededor de la pieza dental y yo no me atrevía a sacármelo. Después me tenía una paciencia de santa y para no hacer nada en contra de mi voluntad, me dejaba sola y yo me paseaba todo el día con el hilo colgando y llorando como si me fueran a arrancar una pierna con una cadena, hasta que al final, yo misma tomaba la decisión de pedirle a ella que pusiera fin a mi tortura y tirase el hilo porque a mi la voluntad no me alcanzaba a esas alturas del día. Todo este dramatismo hacía que después de todo la moneda debajo de la almohada en la mañana tuviera más olor a premio de consuelo que a regalo merecido. Por otro lado, el conejo era adorable, estamos de acuerdo, pero para qué estamos con cosas: dulces una comía todo el año. Pero tú, viejito.... tú eras otra cosa. Eras, y sigues siendo, el personaje con más rating entre los niños. Muchos han tratado de ser tan queridos como tú, pero no te llegan ni a los talones: Barney, que por más que hable como aweonao y salte como si se hubiera desayunado una tortilla de Ritalin, es entero mamón. Pikachu no lo cacho mucho, pero básicamente, vale callampa. Y qué me dices de los Teletubbies? No es por ser homofóbica viejito, y disculpa que tenga que recurrir a malas palabras, pero esos monos maricones andan todo el día punteándose y cada vez que los veo percibo un sospechoso aire a pedofilia, tan de moda entre los curas más "fashion" del "ambiente" católico. En cambio tú viejito, jamás perdiste la dignidad, la frescura, la magia, ni siquiera cuando supe que no existías. Te confieso que en el fondo, y a pesar de los años, te sigo queriendo con toda mi alma de niña. Por eso te escribo esta carta. Seguramente soy el remitente más añejo que has tenido y me alegra porque eso me hace para ti tan especial como tú lo eres para mi. Y me tomo la libertad de adjuntarte una lista con las cosas que ilusamente me gustaría que me trajeras esta navidad. Te digo al tiro que son puras cosas superficiales, bien huecas pero que le van a dar glamour a tu saco de regalos, te lo aseguro. Yo sé que lo más probable es que te decepciones de mi por pedirte esto, pero hablando a calzón quitado estoy en una etapa en que no estoy ni ahi con ponerme sentimentalista y pedirte paz para el mundo, un amor que me quiera, salud y todas esas patrañas y pajas mentales que no están en tus manos. Está claro que si la paz mundial dependiera de ti, hace rato no habría guerras; el amor me lo tengo que buscar yo (lo más parecido que me podrías regalar sería un consolador.... hhmmm.... lo voy a agregar a la lista) y la salud es tan impredecible que no te puedo asignar semejante responsabilidad. No creo que los enfermos de sida en el planeta contrajeron la enfermedad porque no les trajiste una caja de condones cada pascua, era deber de ellos tomar las precauciones. Así que bueno, sin más preámbulos, paso a detallarte las cosas que me harían bien feliz. Les agrego el link respectivo para ahorrarte tiempo, porque supongo que te has adecuado a los tiempos y compras por internet po viejito, no te me caigas del pedestal. Tan cool tú.

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- Le Dîner de Cons
- Les Misérables (ojo: la versión donde trabaja Lino Ventura). Si me la pillas en NTSC, mejor.
- Amélie
- Cuando Harry conoció a Sally
- Friends - The One with All Ten Seasons (Limited Edition)
- Nip/Tuck - Primeras dos temporadas (las estoy copiando, pero si tener las originales es mejor, no?)
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- Una entrada en primera fila y gastos pagados a un concierto de Jamiroquai, ya que los muy cabrones no vienen al Festival de Viña.
- el consolador que nombré unos párrafos más arriba.